No sé si la palabra es «raro» en realidad. Pero es algo desconcertante. Desagradable.
Es como que no tengo ganas de salir afuera. No siento ninguna curiosidad por lo que pasa. Encuentro más entretenimiento en mis propias locuras paranoicas encerrado en estas cuatro paredes que en lo que el mundo tiene que ofrecer.
Todo es muy aburrido.
Me pregunto por qué es tan difícil simplemente encontrar a alguien con quien hablar sin mirar las apariencias, sin que te pida nada a cambio o que de verdad respete mi espacio y mi intimidad.
Ey, de verdad tío, ¿qué te pasa, acaso crees que está bien acosarme de esa manera?
Solo te he dicho «hola», mierda.
Siento que solo me rodean mentiras que me hacen convulsionar y siento que aunque quiera decir la verdad, nadie la está escuchando.
El mundo está girando tan rápido que no le da tiempo de escuchar nada.
Veo a niños que todavía no terminaron de romper el cascarón y ya están pensando en ganar un millón de euros y salir en vídeos en grandes mansiones con doce pu-tas en el sofá.
Joder, venga ¿quién te enseñó que la vida es eso?
¿No ves que el culo te huele todavía a pañales?
Te ves algo desesperado por encajar, quizá sea tu venganza por todos los que pasaron de ti.
Te falta llevarte unas cuantas hostias, la verdad, yo también quisiera tener una habitación tan grande que cupiese mi Ferrari para verlo todos los días al despertarme.
Pero la vida simplemente no es así.
No trates de convencerme de lo que es verdad ni lo que me conviene.
Honestamente, todo está muy contaminado afuera. Pienso en no volver a salir, solo quiero quedarme en mi lugar seguro. Este es mi lugar seguro.
Aquí estoy protegido por música alta y por los dibujos de mis niños pegados en la pared.
Mis pensamientos salen de paseo y me traen la comida cada día.
El otro día leí que hay algo llamado «Síndrome de la Cabaña», una especie de agorafobia pero mucho peor, que se ha intensificado con el virus.
Quizá es eso lo que me está pasando.
Lo que sí sé es que a veces el marketing online me hace sentir así. Y en esos momentos solo deseo que fuera una ilusión.
Pero es real.
Tu supervivencia en esta jungla depende de lo que dices, lo que muestras y cómo haces las cosas.
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