El espeluznante caso de Willy y el piloto.

Un hombre estuvo a punto de morir.

Willy Martínez, originario de Idaho pero con padre de Burgos, es un joven comercial que ganó un viaje por crucero en el concurso del Precio justo de la tele americana.

Allí no lo presenta Sobera porque dijo que «no doy a basto con los anuncios, los realities y juntando frikis para cenar».

Entonces cogieron a alguien de casi su misma edad:

Anthony Hopkins.

Bueno.

La historia es que el crucero, que iba por el Caribe, naufragó.

Willy fue el único que sobrevivió, porque mientras el resto del pasaje se peleaba por los últimos «croasanes» del buffet libre (mientras el barco se inundaba), él prefirió nadar unos kilómetros hacia un islote.

Llegó vivo, aunque con los brazos a punto de despegarse del cuerpo.

¿El problema?

Que allí no había nada. Pero nada… es nada.

Solo algunas palmeras de 50 metros de altura y algunos bichos.

«Oh, mierda… Hostia putaaaaaa» —gritó.

«¿Qué voy a hacer? Joder… si hubiera prestado atención a Frank de la Jungla y a Bear Grylls, ahora sabría cómo sobrevivir».

Tras días sin probar bocado, con los labios más agrietados que las paredes de un caserón abandonado de la época del franquismo, y bebiendo el agua de la lluvia mezclada con su propio pis…

Estaba a punto de desfallecer.

Por allí no pasaba ni el tato.

Entonces, en un último esfuerzo por sobrevivir, se acordó de algo que había aprendido en unas vacaciones en España.

Algo que le ayudó a despegar como comercial en los «iu-e-sei».

Cogió un palo y empezó a trazar líneas en la arena.

Lo hizo a lo ancho de todo el islote. Y simplemente… esperó.

Al cabo de unas horas, un tío que pilotaba una avioneta, divisó los trazos en la arena.

Y empezó a bajar, y a bajar.

Willy Martínez vio a lo lejos cómo esa avioneta parecía que se acercaba…

Pero no. Pasó de largo.

«¡Vaya puta mierda!» —gritó desesperado.

Pasaron unas horas más, y estaba cayendo la noche. A Willy no le quedaban fuerzas. Estaba tirado, lleno de quemaduras, y esperando la muerte.

Al fondo se empezó a oír algo.

Era la guardia costera. Llegaron allí y lo rescataron.

—¿Cómo me habéis encontrado? Si esto está donde Cristo perdió la sandalia.
—Recibimos un mensaje de la torre de control. Una avioneta comunicó que había leído un mensaje en la arena. Por lo visto le hizo mucha gracia.
—¿Gracia?
—Sí, se reía, y la verdad, parecía motivado.
—¿Yo? Pero si soy de Idaho con padre de Burgos… hombre.
—Y ¿qué ponía en el mensaje?
—Esto:

«Si me rescatas, tendrás dinero y sexo a diario.»

—Jajaja. Has tenido suerte, muchacho.
—No se llama suerte, señor, se llama copywriting.
—Copy… ¿qué?
—Nada, nada.

(Al cabo de unos meses, Willy Martínez se enteró de que el piloto había salido en televisión y usó su popularidad para montar una academia de vuelo. Estaba reservando plazas con más de un año de antelación
Como tenía dinero, rompió su infeliz matrimonio y se hizo socio de todos los putis de la zona. Contrajo una buena ETS pero ahora vive feliz).

Bueno, es importante que se fijen en ti y te recuerden si quieres que te compren.

Lo que ya hagas con el dinero… es cosa tuya.

https://www.ivanorange.com/Copywriting

Iván Orange.

P.D: Por aquí arriba escribo para ayudarte con ambas cosas.

Deja un comentario